38 REVISTA P. En LLYC hemos publicado reciente-mente un informe cuyo objetivo ha sido anticipar cómo serán los líderes del fu-turo. Tú tienes mucha experiencia, eres una voz autorizada al estar al frente de la principal organización empresarial de España, ¿qué consejos o recomendacio-nes les darías a estos jóvenes? R. No creo que sea yo quien tenga que dar consejos, porque de verdad que si de alguien hay que aprender es de las futuras genera-ciones, que vienen de pasar una crisis econó-mica de 2008 tremenda y ahora están lidian-do con esta pandemia. En cualquier caso, y pensando más en mi etapa como fundador de la organización de jóvenes empresarios del País Vasco, creo que en el futuro va a ser necesario, más que nunca, la pasión por lo que uno hace y el optimismo. El líder tiene un papel de consenso, facilitador, que da valor y pone el foco en lo que nos debe mover, y les deberá mover; la posibilidad de hacer algo por la sociedad. En estos momentos en los que la comunicación es una herramien-ta muy potente, en el que la digitalización está acercándonos cada vez más, incluso en momentos de aislamiento, creo que es el momento de asumir como propios objetivos colectivos. Creo que el mundo del futuro va a ser más emocional, donde el líder ejercerá su papel con pasión. P. Una de las características de estos líderes del futuro es el alto nivel de com-promiso que muestran con lo colectivo. El estudio demuestra que sus acciones promueven el sentido de comunidad. De hecho, parece que las compañías que han salido más reforzadas de esta crisis son las que han reforzado su compro-miso con la sociedad. Es evidente que el “activismo de marca o corporativo” se ha visto impulsado, que hay otra forma de mirar por parte de las empresas ¿no? R. Yo creo que lo ha puesto a prueba. Ese activismo de marca es lo que hemos venido llamando la responsabilidad social empresa-rial, eso que hace una década o más parecía una cuestión estética, una herramienta de marketing, y que ya es algo que está en el ADN de la mayoría de las empresas. Es algo que se refleja en los organigramas, por ejem-plo. Pero, sobre todo, es un elemento de competitividad, porque la responsabilidad empresarial es algo que los ciudadanos nos demandan en un momento en el que además tenemos por delante el reto de asumir como propios en nuestras empresas los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de Naciones Unidos. Dicho esto, en efecto, esta pandemia nos ha hecho ver todo con unos ojos más humanos y solidarios y, en este sentido, se ha demos-trado que esa nueva forma de mirar de las empresas ya estaba ahí, de ahí su capacidad para gestionar del modo más responsable la crisis.